La autonomía de la Ciudad de Buenos Aires es MUNICIPAL. No está en discusión la autonomía en sí, sino su significado y su alcance. La Constitución Nacional, reformada en 1994, es clara en el sentido de que "La ciudad de Buenos Aires tendrá un régimen de Gobierno autónomo con facultades propias de legislación y jurisdicción". Lo que no puede discutirse es que en ningún momento le otorga rango de Provincia y (si bien las referencias a este tema están incorporadas en el Título Segundo, Gobiernos de Provincia) siempre se menciona a la Ciudad como algo distinto y diferenciado del resto de los distritos. Por lo tanto, así como la Constitución Nacional obliga a las Provincias a respetar la autonomía municipal, lo que está haciendo con la Ciudad, sede de la Capital Federal, es respetarle esa misma autonomía municipal. Los consensos políticos de la década del 90 hicieron que se extralimitaran estas atribuciones y, en vez de sancionarse un Estatuto Organizativo de la Ciudad, como la Constitución Nacional sostiene, se haya sancionado la Constitución Porteña. Y además, por ejemplo, que en esa Constitución se haya reivindicado el dominio de sus recursos naturales, cuando en rigor le corresponden a la Provincia de Buenos Aires. En todo caso le podría corresponder su uso y aprovechamiento mientras sea Capital de la República. En definitiva, existiendo la autonomía municipal, cualquier ciudad del país podría denominarse "Ciudad Autónoma" sin dejar de ser un municipio más, lo que sucedería con Buenos Aires si en algún momento dejara de ser Distrito Federal.
jueves, 1 de septiembre de 2022
lunes, 29 de agosto de 2022
La ancha avenida del medio es Cristina
Desde hace
unos años - tal vez podríamos decir desde el 2008, con los piquetes de las
patronales agropecuarias - nos quieren hacer creer que en nuestro país hay dos
extremos irracionales y que hace falta un centro equilibrado.
Para
justificar semejante disparate hay una construcción político-mediática que
estigmatiza al kirchnerismo (y a todo lo que se acerque a él) como propulsor de
ilusorias confiscaciones, socializaciones o medidas filocomunistas que
solamente están en sus afiebradas imaginaciones. Con el fin de oponerse a esa
construcción inexistente se ha articulado un bloque político – en este caso sí –
cada vez más extremo en cuanto a sus acciones y propuestas.
Mientras de
un lado se propone una sociedad inclusiva, que mantenga niveles de paz social y
recupere movilidad social, del otro se incita a quebrar décadas de organización
laboral que propicia la armonía y el resguardo de derechos.
Mientras de
un lado se propone frenar lo más posible el endeudamiento externo y
principalmente con los organismos multilaterales, del otro se reivindica ese
endeudamiento.
Mientras de
un lado se propone el intento de mantener el poder adquisitivo de los salarios,
del otro se insiste en devaluación y ajuste a como dé lugar.
Mientras de
un lado se propone un modelo de desarrollo con industrialización y sustitución
de importaciones, con generación de empleo, del otro se reivindica el modelo
agroexportador de principios de siglo XX en el que sobran 20 millones de
personas.
Mientras de
un lado se reclama una justicia transparente y sin privilegios, del otro se
justifican trapisondas, acusaciones sin pruebas, espionaje, persecución y se impulsa
la estigmatización y “eliminación” política del adversario.
Los
gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner fueron el intento más cercano en las
últimas décadas de construir herramientas para un país inclusivo que redunde en
la disminución de la violencia y la injusticia.
Cristina,
por su parte, ha demostrado – con esos objetivos estratégicos – su capacidad de
diálogo con los más disímiles sectores e incluso con duros adversarios y ex
adversarios políticos. La defensa férrea pero retórica de sus convicciones estratégicas
no le impidió nunca una mirada amplia de las necesidades tácticas de cada
momento.
Cristina
representa los 12 años de paz, desarrollo, crecimiento e inclusión que vivió Argentina
entre 2003 y 2015. No es ningún delirio, no es ningún extremo.
Quienes
extremaron sus posiciones y propuestas políticas llevándolas a situaciones antidemocráticas
peligrosas, fueron quienes se opusieron a aquel progreso y en el fondo no lo
quieren ni lo querrán nunca.
Cristina es
la ancha y mayoritaria avenida del medio entre las minorías a las que no les
interesa la gestión del Estado y las que quieren apoderárselo con autoritarismo
y persecución para conservar y consolidar los privilegios económicos de unos
pocos poderosos.