lunes, 18 de enero de 2010

La Feliz no me hace feliz

No es la cantidad de gente. No es el alto consumo. No son las filas en los restaurantes y las pizzerías, ni en los supermercados de la costa. O de cualquier centro turístico. Es verdad que eso demuestra que no hay crisis. Nos pone contento a todos. Pero es no es argumento de nada. Solamente sirve para refutar a los predicadores del apocalípsis. Poca cosa. Esa no debe ser la agenda porque no pueden poner la agenda quienes hacen política esotérica. La foto de la playa llena y el consumo masivo ya la vimos también en algunos años del menemismo. Nos van a decir que hoy es distinto. Bueno, entonces hablemos de las diferencias. No de las playas llenas. Hablemos de la jubilación estatal, de la Corte suprema independiente, de la Asignación Universal. Todavía hay millones que no pueden ir ni a una pileta. Hablemos de quienes son y serán capaces de remediarlo. Y de quienes ni siquiera se lo propondrán nunca. La Feliz no me hace feliz, aunque esté colmada de turistas, por el solo hecho que suba el consumo. Me hará feliz cuando eso implique, además, una fuerza social que impida cualquier retroceso.