viernes, 22 de abril de 2011

Felices Pascuas

En abril de 1987 un Mayor del Ejército argentino, acusado de homicidios y torturas, desconoció una citación a indagatoria de la Justicia y fue declarado en rebeldía. Se desencadenó a partir de allí una sublevación militar liderada por Aldo Rico que exigía impunidad para miles de militares torturadores y asesinos.
La respuesta del pueblo fue contundente y transversal a todos los partidos políticos. Las plazas y las puertas de los regimientos se llenaron de gente dispuesta a defender la democracia y a terminar con los privilegios y la impunidad.
Sin embargo Raúl Alfonsín no confió en su pueblo y negoció con Rico la sanción de la Ley de Obediencia Debida, inaugurando así el ciclo de apatía política y desilusión que recién empieza a cerrarse con el kirchnerismo. Es el ciclo de predomino de las corporaciones sobre la voluntad popular. No sabemos qué hubiese pasado si Alfonsín no negociaba, pero sabemos lo que dejó de pasar. La política sucumbió al miedo y abandonó la iniciativa. Para los que dicen que Alfonsín no tenía otra posibilidad, deberían preguntarse qué posibilidad tenían los milicos. ¿Una nueva dictadura? Imposible. Tenían mas poder que ahora, es verdad, pero no estaban dadas ninguna de las condiciones posibles para un nuevo golpe. Con un poco mas de coraje en ese momento, las ilusiones democráticas se hubiesen profundizado.
Aquella Semana Santa cientos de miles salieron a la calle esperanzados en su propia fuerza. Alfonsín negoció, salió al balcón, comunicó que la casa estaba en orden y deseó Felices Pascuas. La desilusión se apoderó del pueblo a partir de ese instante. El mensaje que nos dejaban era que un levantamiento o dos tapas de Clarín podían voltear un gobierno. Un mensaje que algunos nunca creímos y que hoy se demuestra falso.