lunes, 29 de agosto de 2022

La ancha avenida del medio es Cristina

Desde hace unos años - tal vez podríamos decir desde el 2008, con los piquetes de las patronales agropecuarias - nos quieren hacer creer que en nuestro país hay dos extremos irracionales y que hace falta un centro equilibrado.

Para justificar semejante disparate hay una construcción político-mediática que estigmatiza al kirchnerismo (y a todo lo que se acerque a él) como propulsor de ilusorias confiscaciones, socializaciones o medidas filocomunistas que solamente están en sus afiebradas imaginaciones. Con el fin de oponerse a esa construcción inexistente se ha articulado un bloque político – en este caso sí – cada vez más extremo en cuanto a sus acciones y propuestas.

Mientras de un lado se propone una sociedad inclusiva, que mantenga niveles de paz social y recupere movilidad social, del otro se incita a quebrar décadas de organización laboral que propicia la armonía y el resguardo de derechos.

Mientras de un lado se propone frenar lo más posible el endeudamiento externo y principalmente con los organismos multilaterales, del otro se reivindica ese endeudamiento.

Mientras de un lado se propone el intento de mantener el poder adquisitivo de los salarios, del otro se insiste en devaluación y ajuste a como dé lugar.

Mientras de un lado se propone un modelo de desarrollo con industrialización y sustitución de importaciones, con generación de empleo, del otro se reivindica el modelo agroexportador de principios de siglo XX en el que sobran 20 millones de personas.

Mientras de un lado se reclama una justicia transparente y sin privilegios, del otro se justifican trapisondas, acusaciones sin pruebas, espionaje, persecución y se impulsa la estigmatización y “eliminación” política del adversario.

Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner fueron el intento más cercano en las últimas décadas de construir herramientas para un país inclusivo que redunde en la disminución de la violencia y la injusticia.

Cristina, por su parte, ha demostrado – con esos objetivos estratégicos – su capacidad de diálogo con los más disímiles sectores e incluso con duros adversarios y ex adversarios políticos. La defensa férrea pero retórica de sus convicciones estratégicas no le impidió nunca una mirada amplia de las necesidades tácticas de cada momento.

Cristina representa los 12 años de paz, desarrollo, crecimiento e inclusión que vivió Argentina entre 2003 y 2015. No es ningún delirio, no es ningún extremo.

Quienes extremaron sus posiciones y propuestas políticas llevándolas a situaciones antidemocráticas peligrosas, fueron quienes se opusieron a aquel progreso y en el fondo no lo quieren ni lo querrán nunca.

Cristina es la ancha y mayoritaria avenida del medio entre las minorías a las que no les interesa la gestión del Estado y las que quieren apoderárselo con autoritarismo y persecución para conservar y consolidar los privilegios económicos de unos pocos poderosos.